Mancha de la tierra representa el culmen de la obra literaria de Enrique Santos Molano, no porque sea su última novela, sino porque en ella Santos Molano retoma de manera magistral una obra de toda una vida: La historia de Antonio Nariño y Álvarez, libertador de Colombia y el colombiano de todos los tiempos. Desde los años 70, con su novela Las memorias fantásticas, empieza Santos Molano el recorrido por la vida y obra de Nariño, donde su meticulosa investigación histórica se juntaría con la mejor escritura de ficción para traer a la vida a unos personajes que definirían el momento histórico de su época.
También, en sus dos novelas anteriores El arzobispo de terciopelo y La confesión del secreto, Enrique Santos Molano ya había recorrido magistralmente este terreno de la historia y la ficción que ahora profundiza en Mancha de la tierra.
Con su conocimiento enciclopédico de la historia colombiana, Santos Molano se mueve como pez en el agua entre genealogías santafereñas de la época, calles de la antigua Santafé de Bogotá, personajes que vivieron el conflicto, relaciones entre ellos, de dominación, amor o de poder; usos y costumbres de aquel entonces, tipo de vestuario, mobiliario, comidas, lecturas, formas de cortejar, conspirar, guerrear y amar. Con su linterna histórica, Santos Molano penetra los rincones más oscuros de casas y espíritus para guiarnos por una laberinto de emociones, sensaciones, actitudes y posiciones políticas, religiosas y filosóficas, de ahí que su novela sea tan envolvente, ya que una vez que un personaje cobra vida, sea ese el de Antonio Nariño, el de Magdalena Ortega y Mesa, su esposa, el del arzobispo Caballero y Góngora, o el del mismísimo José Antonio Galán, no lo queremos soltar, y su saga, como en toda gran novela, se vuelve nuestra saga.
La novela, Mancha de la tierra, es narrada en primera persona por Antonio Nariño, y desde el inicio sabemos que estas son sus memorias, de su puño y letra. El principio de la novela es absolutamente romántico y sublime, ya que nos encontramos con Antonio Nariño, esperando su cita con la muerte en Villa de Leyva, un 13 de diciembre de 1823, a la vez que espera la llegada de su esposa fallecida a quien cariñosamente llama “Matica” (Magdalena Ortega y Mesa). La cita es a las cinco de la tarde, hora en que le llegará la muerte a Nariño y él le entregará a su esposa el manuscrito de su vida: “mil y pico de hojas”, que Nariño quiere que su esposa lea “antes de irnos” con esa “voz inolvidable y sedante”.
La novela está dividida en siete capítulos, cada cual podría ser su propia novela, todos entrelazados por la vida de Nariño, enmarcada en el clima de la Revolución de los Comuneros. De una manera magistral, el autor entrelaza los acontecimientos de la época que producirían las condiciones para la revolución comunera, con la vida de Nariño, partícipe desde temprana edad en todas aquellas conspiraciones que desde la capital, Santafé de Bogotá, se conjugarían con las del centro del descontento contra la corona española, Santander.
Nariño desde un comienzo nos dice quién es, qué edad tiene cuando empieza la narración y además, que alberga un secreto, el cual nos irá dejando saber a lo largo de la novela a través de multitud de situaciones, detalles, personajes y análisis de las raíces de la Revolución Comunera. Este es el párrafo inicial de donde se desprende toda la novela:
“A muchos les duraría por el resto de sus vidas el sobresalto que les produjo la sacudida de aquel día en Santafé de Bogotá, la vieja y tranquila capital del Nuevo Reino de Granada. Yo recién había entrado en mis diecisiete años, bien trajinados. Por las diversas circunstancias de mi vida, y las características del círculo con el que ella se relacionaba, conocía el secreto de cómo, cuándo y por qué habría de pasar lo que pasó”.
¿A qué “sobresalto” se refiere Nariño en esta parte? El “sobresalto” es nada más ni nada menos que los Comunes le han propinado una soberana derrota a las huestes del rey a poca distancia de la capital. Así nos narra Nariño la noticia que acaba de llegar:
“Una cincuentena de rebeldes, armados de fusiles, machetes y azadones, al mando del malvado capitán Ignacio Calviño, derrotaron el 8 de mayo en Puente Real a las tropas leales, comandadas por el oidor don José Osorio, que cayó, con todos sus hombres, prisionero de los rebeldes. Eso no era nada. Acampados en Zipaquirá, veinte mil bandidos subversivos denominados Comunes, que obedecían las órdenes de un Juan Francisco Berbeo, a quien llamaban generalísimo, alentaban la aspiración optimista de avanzar contra la capital y derrocar al gobierno magnánimo de su majestad”.
La sacudida era entonces la revolución que se venía encima y el joven personaje de 17 años que narra en este momento la novela, no era cualquier personaje, como él mismo lo indica:
“Por las diversas circunstancias de mi vida, y las características del círculo con el que ella se relacionaba, conocía el secreto de cómo, cuándo y por qué habría de pasar lo que pasó”.
Y ese es el ovillo que desenvolverá la novela, cuando Nariño nos cuente en detalle los eventos del círculo con que se relacionaba su vida y el secreto, para entonces, de cómo, cuándo y por qué empezaría la revuelta. El secreto, obviamente, es también para el lector, secreto que Santos Molano a través de más de 50 años de investigación y medio millón de tarjetas de notas que guarda en su casa y en su memoria, se encarga de convertir en novela para situarnos en la época de manera casi cinematográfica. Para ello, Santos Molano se vale no solo de exquisitos recursos literarios sino de su conocimiento exacto de genealogías, costumbres, cultura y lecturas de la época que le dan marco a una narración épica en la que el lector se vuelve a la vez un espectador de la detallada y precisa narración.
Y, ¿cuál era el círculo con el que se relacionaba Nariño? Nada más ni nada menos que la intelectualidad de aquellos tiempos, personajes de alta alcurnia que estaban a la vanguardia de sus días en ideas sociales, sensibilidad, lecturas e ideales libertarios. Nariño se reúne con intelectuales de la talla del marqués de San Jorge, de José Antonio Ricaurte y Rigueiros o del Dr. José Celestino y Mutis, quien además de ser clérigo y médico era un erudito investigador, impulsor de las ideas libertarias en América y de quien nadie podría sospechar de su fidelidad al rey y a la “madre patria”, según narra Santos Molano.
Además de lo anterior, siendo médico de la familia Nariño, Mutis prácticamente le había salvado la vida al cuarto hijo del matrimonio conformado por don Bernardo Nariño y Catalina Álvarez. Así nos describe Nariño su propio parto:
“El doctor Mutis les pidió que le mandaran avisar a la primera señal que doña Catalina tuviera de síntomas de parto. Yo nací el 9 de abril, y por desgracia no tan bueno y sano como anhelaban mis padres. El doctor Mutis pasó a mi lado varias noches en vela, haciendo esfuerzos desesperados para conservarme la vida. Vine al mundo acompañado de males congénitos”.
Es así como del Dr. Mutis salva la vida Antonio Nariño, el cual seguramente hubiera muerto después de nacido de no haber estado a su lado el Dr. Mutis, con su profundo conocimiento de la medicina y de miles de plantas medicinales, las cuales usó para que el pequeño y débil Nariño volviera a la vida.
Sin embargo, el Dr. Mutis no habría de ser solamente el ángel salvador de Nariño, sino que su influencia se extendería mucho más allá, ya que él era uno de los conspiradores contra la Corona Española, unido a criollos, nobles y hasta a otros españoles, como el mismo Dr. José Celestino Mutis.
Todos estos personajes aparecen en la novela en franco diálogo, de modo que la acción es permanente, y sus conexiones políticas y filosóficas con el Movimiento de los Comuneros nos hacen ver cómo la liberación de la Nueva Granada del imperio español fue una tarea que envolvió a muchos grupos sociales y a varias generaciones. El diestro arte de la política, la diplomacia y la intriga, son presentados por Santos Molano como un gran juego de ajedrez, con algunas jugadas aparentemente obvias, escondidas por otras ocultas, en las que los personajes se están jugando una partida verdaderamente significativa: La de su propia vida.
El conflicto histórico es perfectamente delineado a través de los personajes, aquellos a los que Nariño llama “los conjurados”. Todo empieza con lo que parece una reunión de carácter social a la que ha sido invitado el joven Nariño en la casa del Marqués de San Jorge, la cual cambia de aspecto misteriosamente, con la llegada de un ilustre visitante francés:
“—El doctor Luis Francisco de Rieux y Sabaires, médico francés que viene de Cartagena, donde el virrey lo ha llamado para adelantar la organización del hospital—que descubrió su rostro simpático, con una barba corta, sedosa y cuidada y unos ojos azules e inquietos, reveladores de las cavilaciones y las esperanzas de un espíritu inconforme
—y don Ignacio Bermúdez de Castro, súbdito español peninsular, que es leal a nuestra causa…
—Perdón, marqués —interrumpió el doctor Mutis con tono chocarrero— ¿A qué causa se refiere vuesa merced?. ¿A qué causa puede ser leal un súbdito español si no es la de su majestad?”.
La “causa” por la que averigua Mutis, es nada más ni nada menos que la causa de la liberación y la independencia. Y, obviamente, tenía que ser un francés, el doctor Rieux quien planteara de viva voz las ideas libertarias, de las cuales Nariño ha tenido noticia en sus formidables lecturas:
“El doctor José Antonio Ricaurte, Pedro Fermín y yo, sabedores de a dónde nos llevaba aquello, habíamos leído en los libros del abate Raynal y de Thomas Paine las ideas expuestas por el doctor de Rieux, sintetizadas en los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres, heraldos de la mutación drástica que habría de efectuarse en el orden político y económico, y de que el mundo hasta entonces conocido, el mundo de la aristocracia, de la monarquía y del feudalismo, sería barrido por la escoba nueva del liberalismo y de la democracia.”
Los conspiradores de la época, incluido un joven de tan solo 17 años, Nariño, representaban a la crema y nata de la sociedad santafereña, incluidos los ya mencionados marqués de San Jorge y el abogado José Antonio Ricaurte y Rigueiros. Es en la casa del primero donde Santos Molano nos deja saber de la gran conspiración internacional por la libertad llevada a cabo por una organización entonces absolutamente secreta que traspasaba fronteras, nacionalidades y juramentos de fidelidad a monarcas y Papas “escogidos por Dios”:
“—Esa organización, mes amis, se llama la Masonería –-Y leyendo en las labios inmóviles de sus oyentes la pregunta— ¿Qué qué es la ma-so-ne-ría? La masonería es la organización a la que pertenecemos los masones, que a nuestro turno somos una agrupación de hombres unidos por la fraternidad universal, por la creencia de que todos los hombres, de cualquier raza, religión o credo al que pertenezcan, son hermanos, y que el Supremo Arquitecto nos ha hecho libres e iguales. Los masones respetamos la moral y la ética, somos capaces de vivir con rectitud y de morir con valor y dignidad por nuestras convicciones, la principal de las cuales, como he dicho, es la fraternidad humana.
—¿Cómo puede la masonería —me atreví a preguntar— garantizar a sus miembros esa seguridad de que usted habla, doctor de Rieux?
—Voici, mon très, très jeune ami… Por el secreto. El se-cre-to es la base de nuestra seguridad. La masonería es una organización secreta, invisible, que actúa sin ser vista, ni oída. Ustedes no han estado aquí, no me conocen, yo no los conozco, no se conocen entre sí, pero… son hermanos masones, o lo serán, porque todavía no han prestado el juramento. Serán iniciados, y acatarán lo que dispongan sus hermanos maestros de nuestra orden, los doctores Mutis, Moreno y Escandón y el señor marqués de San Jorge. Ellos los van a conducir por el camino recto que traza la sabiduría del Supremo Arquitecto, y en su momento les tomarán el juramento, le serment, que los hará miembros de la masonería. Pour le moment, les he traído unos libros…Monsieur Bermudéz, s´il vous plait…”
Y, a través de esos libros, verdaderas enciclopedias del conocimiento revolucionario, es que se empiezan a gestar los cambios de pensamiento que aclararán a todos estos actores que el mundo colonial, feudal y monárquico tiene que ser echado de lado. En verdad se vivía un momento efervescente en el mundo y en América tras la Revolución Francesa y la Revolución Estadounidense contra el imperio británico. Además, en América del Sur, Tupac Amarú sitiaba a Cuzco y el Movimiento de los Comuneros se disponía a avanzar sobre Santafé para tratar de acabar de una vez por todas con el desorden establecido.
Lo que se desprende de la novela
La novela de Enrique Santos Molano, además de ser entretenida, bien lograda e investigada, es absolutamente didáctica. A través de la narración de la Revolución de los Comuneros, su traición, derrota y sanguinaria ejecución llevada a cabo por los españoles, para mantener el orden establecido, así fuera un orden criminal y retardatario, podemos aprender varias lecciones: Las revoluciones no se producen en el vació, deben existir causas objetivas y subjetivas que lleven a la revuelta. La novela nos muestra las principales causas objetivas que llevaron a la revolución contra la corona española: España, mala madrastra, metida en diez mil guerras y productora de nada, básicamente vivía del saqueo de sus colonias, en estos momentos decide que aumentando los impuestos en sus colonias va seguir financiando su modo de vida depredador a costa de miles de vasallos, que como esclavos regalaba su trabajo a la corona. Y, aumentar los impuestos suponía seguir con el monopolio del tabaco y elevar el impuesto a los agricultores. Objetivamente los productores de tabaco no aguantaban más impuestos, de modo que el comercio “ilegal” del tabaco era una de las formas de librarse de los mismos; la otra forma era negarse a pagarlo y derrocar el orden establecido.
Las causas subjetivas estaban más que dadas, el pueblo estaba harto del desprecio que sentían los españoles por criollos, mestizos e indígenas, basados en su racismo desmesurado que distinguía entre peninsulares y nativos, como si los peninsulares fuera dioses, así fueran la yerba más común del camino , y como si los nativos fueran los desechables de la época, ya fuera que trabajaran en minas de sal o de oro o en la agricultura, donde llevaban vidas deplorables y tenían una muerte garantizada en pocos años por las torturas y el trabajo extremo que les tocaba hacer.
Sin embargo, existían otras causas subjetivas, de las cuales la novela nos da muy buena referencia: El mundo de las ideas revolucionarias contra la monarquía había estallado por toda Europa y los escritos de los enciclopedistas así como obras importantes, inglesas y francesas habían llegado a manos de la intelectualidad subversiva de la época.
Nariño leía prodigiosamente, tanto en inglés como en francés, idiomas que dominaba perfectamente, y sobre temas de alto conocimiento, ya fuera en la Biblioteca Real con más de trece mil libros de la expulsada Compañía de Jesús, mas sin embargo, como leemos, lo más jugoso provenía de la biblioteca de su tío Manuel y de la del marqués de San Jorge. Estamos hablando de un joven de apenas 17 años, que no solamente era autodidacta y políglota, sino que estaba bebiendo de las fuentes de sabiduría de la época, sin desperdiciar una gota de lo que leía. Nariño era en verdad un genio adolescente, lo cual se vería reflejado en el resto de su vida y obra.
Mancha de la tierra es la primera parte de una trilogía denominada Los hermanos libertadores. Enrique Santos Molano seguramente nos sorprenderá muy pronto con el segundo volumen, ya que como en las buenas películas, en el primer libro nos ha dejado a la espera de cómo continuará esta saga libertaria y literaria, donde los personajes, como los fantasmas, siguen hablando y soñando después de muertos, ya sea a través de la exquisita pluma de Santos Molano o de la narración prodigiosa del personaje principal, don Antonio Nariño y Álvarez.